La figura de Agustina Bermejo (1851-1871)

Surgió en la época que la ciudad de Buenos Aires se vio azotada por la fiebre amarilla. Se destacó en forma extraordinaria como otras tantas mujeres que registra la historia y que dieron su vida auxiliando a enfermos y necesitados. Porteña de nacimiento, su figura se destacó entre la juventud privilegiada de la sociedad de la época. En aquellos trágicos momentos en que sólo se conocía el camino para la huida, sólo quedaron los valientes, como Agustina Bermejo, que hasta ese momento sólo sabía de halagos. Llevada por su gran vocación lo abandonó todo, actuó en los barrios más humildes y castigados por el terrible mal, allí donde era un sacrificio llegar, estaba ella con su florida sonrisa de los veinte años.
Para su temple no hubo sosiego, para su físico no hubo descanso, para su sacrificio no hubo lamentos, donde el trabajo la reclamaba ella respondía con generosidad, no la venció la fatiga, ni la aniquiló el dolor; pero finalmente, contagiada por el terrible mal, murió el 18 de abril de 1871 en los brazos de Guido Spano, quien enardeció de dolor, repitió un verso a manera de plegaria por esa alma blanca, que brindó su vida como se ofrece una flor.

Si quisieras leer más, hay un libro titulado «La fiebre amarilla en Buenos Aires. Crónica de una catástrofe» escrito por Guido Spano, que habla sobre la epidemia de fiebre amarilla que afectó a la ciudad de Buenos Aires en 1871. En este libro, se menciona a Agustina Bermejo como una de las enfermeras que trabajó en los hospitales durante la epidemia, y se destaca su valentía y dedicación en la atención de los pacientes.

El libro también describe las condiciones terribles en las que se encontraba la ciudad durante la epidemia, y la rápida propagación de la enfermedad debido a la falta de medidas sanitarias adecuadas en ese momento.

«La fiebre amarilla en Buenos Aires. Crónica de una catástrofe» es considerado un libro importante para entender la historia de la ciudad de Buenos Aires y su impacto en la sociedad de la época.